The million
Challenges sometimes turn out as unpredictable adventures, and A Word In Your Ear has certainly done that. When I started this blog no-one thought the idea was worth a cent. “Interpretation is not an interesting subject”, they said, much less on social networks; my friends told me the whole subject would be exhausted in three videos. So it didn’t look good. But I am persistent and I have clear ideas, and one idea I had was that, with a good format, regular publication and careful control over the quality of content, the project could work out — and so it has. That is how we have reached a million hits on Youtube. If you added in visits to my other sites the million would have been reached long ago, but Youtube is what counts because Youtube is where everything started. When I set the site up I remember joking that when it reached a million visits I would close it down — but could I really?
To answer that question you have to take stock. Has it been worthwhile ? Has it worked as expected ? Has it been easy or difficult ? Have there been more triumphs than setbacks ? The answer to these, and the thousand other questions I could ask, is yes. Yes, barring the odd disappointment, it’s been worthwhile. This project has probably been the most difficult challenge I have ever set myself, and it has been the most enriching one in all senses ; it has allowed me to work with the best professionals, talk to interesting people, visit exclusive places and learn a lot from all of them.
A Word In Your Ear has allowed me to enjoy myself and feel useful. For someone like me who believes in sharing, it has been really rewarding to make conference interpreting known through its practitioners, to bring them into the global community and to get our job better-known and more respected and valued.
Reaching the million has taken consistent work and lots of imagination, because regularly finding topics in an apparently dry subject was never easy. It was crucial for me to be able to call on the creativity and generosity of all the great professionals who have confided in me. Without their trust, [their] putting themselves in my hands to be filmed — particularly at the beginning, when the potential of video was not yet so clear — none of this would have been possible. They have shown the generosity of the great as against the meanness of the mediocrities who try to hold you back, to stop you growing and singling yourself out.
So thanks to all those who have taught or helped me, especially Dick Fleming, Claude Durand, Paco Hidalgo, Alan Rodger, Renée Van Hoof-Haferkamp, Peter Sand, Alexander Drechsel, Anne Marie Widlund-Fantini, Christopher Thiéry, Xema Sainz, Neil Munro, Javier Saseta, Natalia Sánchez, Cyril Flerov, Barry Olsen, Matthew Perret, Anne Ford and Andy Gillies.
And of course thanks to all of you, from Bolivia to Yemen, from the USA to Thailand, thanks for having followed so faithfully from all over the world. If my videos have been useful to you, if they have allowed you to know us better, to understand our work, that is thanks enough for me.
Yes, years have passed and a lot of things have happened since A Word In Your Ear was set up, but it has all been a positive adventure, and I don’t think I can carry out my threat; yes, we have reached a million hits, but no, I couldn’t any more do without what the project means and has meant to me.
Lourdes.
Intérprete 4.0
La interpretación de conferencias está rodeada de cierta nostalgia; como toda disciplina moderna cuyos orígenes se remontan a un puñado de generaciones, tiende a obsesionarse con su pasado, con aquellos momentos históricos en los que el intérprete fue clave.
Hoy en día muchos profesionales siguen aferrados a ese pasado, tendiendo a olvidar el medio siglo que ha pasado desde entonces. Todo ello a pesar de que ya no se hace política como entonces y ni líderes ni necesidades son iguales. La interpretación de conferencias se ha profesionalizado: más lenguas, más foros, más escuelas de interpretación, más tecnología, más de todo. Ha llovido mucho, y no a gusto de todos, desde Nuremberg.
Estos nuevos tiempos plantean necesariamente un examen de la profesión porque los intérpretes, formados para trabajar bajo un alto grado de presión, y con mayor nivel de exigencia, tienen difícil encaje fuera de su entorno laboral natural. Por ello, hablar de presente, y mucho más de futuro, resulta difícil pero prioritario. ¿Ha muerto la interpretación? ¿Existe un futuro? ¿Para qué estudiar esta disciplina en la actualidad? Estas son algunas de las preguntas que ahora flotan en el ambiente porque nadie pensó que este futuro laboral llegaría tan rápido. Y sí, ese futuro ha llegado para muchos mercados marcados por la crisis, el intrusismo, la precariedad, el exceso de profesionales capacitados y cualificados o la muerte del multilingüismo entre otros males.
Por eso es necesario plantearse las preguntas existenciales: ¿hay futuro?, y de ser así, ¿para quién?. No creo que esa pregunta tenga una única respuesta, los perfiles, caracteres, destrezas personales o espíritu empresarial marcarán la diferencia, pero sí creo que hay futuro para la interpretación de conferencias, un futuro diferente, eso sí, en el que cada uno tendrá que jugar todas sus bazas y diversificar. Sólo así el mercado, cada vez más dinámico, flexible y competitivo, nos aceptará.
La clave de esa diversificación a mi entender está en atreverse a “pensar diferente”, a ser creativo utilizando todas las herramientas que ya dominamos y que hoy, en un mundo marcado por la comunicación y la tecnología, son fundamentales. Perseverar, probar y fracasar, probar y acertar son la clave. Pretender mantener las fórmulas que funcionaban hace décadas y no adelantarnos a los cambios, intuyéndolos, viendo las necesidades que no paran de surgir, sólo llevará a la frustración y el fracaso. Todos podemos reorientar nuestras carreras con salidas tan, o más, gratificantes que nuestro trabajo actual, al que pueden sumarse sin que este se pierda. Ser un intérprete 4.0.
Si, por tanto, existe un futuro, pendiente de una reorientación profesional, ¿podemos decir lo mismo de las escuelas de interpretación? Una vez más la respuesta depende de las expectativas. Hoy en día ninguna formación asegura el puesto de trabajo inmediato, en eso los alumnos de interpretación no son diferentes a los de arquitectura o filosofía, por ejemplo, y esas facultades están tan llenas como las nuestras. Probablemente, la clave está en los alumnos de hoy, mucho mejor informados y versátiles que sus predecesores, alumnos que escogen sus estudios por gustos o intereses personales, a sabiendas de cuál será el mercado laboral que encontrarán. Estudian lo que les llena a pesar de ser conscientes del futuro profesional incierto que les espera. Es el “flechazo”, o el reto intelectual, lo que les mueve. Disfrutan, y sufren, con lo que estudian porque la satisfacción de una consecutiva bien hecha, en el entorno laboral o académico, sigue siendo tan gratificante hoy como hace cuarenta años. El mercado, y lo que traiga, es algo que sólo se plantea más adelante.
Quizá ese sea el mejor enfoque, el disfrutar de lo que hacemos mientras lo hacemos porque así es como surgen las ideas, y por ende las oportunidades. No nos dejemos atenazar por un futuro que siempre será incierto y atrevámonos a probar, y probar.
Lourdes.
Cuando el emperador austriaco Francisco José I de Habsburgo-Lorena decidió oponerse al desarrollo del ferrocarril en plena revolución industrial, pensaba poder impedir el desarrollo de la economía moderna y los peligros de la destrucción creativa. La caída del Imperio austro-húngaro descubrió una economía rezagada, decadente, al margen de la industrialización. Me resulta inevitable pensar en ejemplos como este al analizar el revuelo institucional y académico generado por la educación en línea.
Las nuevas tecnologías han supuesto una nueva revolución también en el ámbito educativo, basta con echar un vistazo al abanico de formaciones virtuales para darse cuenta. Títulos oficiales en nuevos formatos para necesidades nuevas o formaciones abiertas y gratuitas, los MOOCs (Massive Open Online Courses), de las mejores universidades del mundo lo demuestran.
Indudablemente la virtualidad es un reto pero no por ello podemos negar el progreso. Con tecnologías globalizadas y alumnos transfronterizos, hablar de revisiones regionales de la oferta educativa resulta peregrino. Hoy los alumnos buscan en la Red, comparan, estudian en los mejores centros y, si es posible, de forma gratuita. ¿Realmente nos preocupa la calidad de la educación en España? ¿Es esa búsqueda de calidad realmente la justificación para exigir un mayor control de la formación en línea en un país en el que proliferan universidades con mediocres resultados, como corroboran año tras año los ranking internacionales?
Todo ha cambiado demasiado, no valen ya los mismos parámetros. La formación en línea no debe ser la víctima de un sistema que no ha sabido adaptarse. No, no se pueden poner puertas al campo, alguien debería habérselo dicho ya a algún rector o, en aquel entonces, al emperador austriaco.— Lourdes de Rioja Marrero.