Recientemente se ha estrenado en España Roma, una maravillosa película de Alfonso Cuarón, realizada en México y hablada en español y mixteco. Nada más estrenarse, surgió una polémica en torno al hecho de que, en las salas españolas, aparecía con subtítulos en español. Se habían subtitulado no solo los diálogos en mixteco, sino también los diálogos en español. Es más, no se habían limitado a una transcripción literal, sino que habían ‘traducido’ el español mejicano al de España, para aclararnos, por ejemplo, que ‘enojado’ significa ‘enfadado’ y que ‘vengan’ significa ‘venid’. En realidad, subtitular películas en el mismo idioma en que se hablan es una práctica bastante habitual cuando puede haber problemas de comprensión para los hablantes de una variedad diferente del mismo idioma. En Bélgica, donde resido, he visto en alguna cadena de televisión francófona películas canadienses subtituladas en francés de Francia, porque el francés de Quebec puede ser difícilmente comprensible para un francés o un belga francófono. En las cadenas holandesas también es habitual que se subtitulen las películas habladas en algunas de las numerosas variedades dialectales del flamenco. A veces incluso se trata de las variantes de un idioma dentro del mismo país: Hace años vi Ricomincio da tre, una película de Massimo Troisi hablada mayoritariamente en dialecto napolitano. Iba acompañado de una amiga milanesa que a veces tenía que recurrir a leer los subtítulos en francés. Yo mismo, cuando vi El Niño, agradecí un par de veces poder leer en francés esos diálogos en gaditano cerrado y rapidísimo.
Ahora bien, eran realmente necesarios los subtítulos en el caso de Roma? A mi juicio, no (salvo para el mixteco, claro). Yo creo que cualquier español la entiende perfectamente sin ningún tipo de ayuda. Sin embargo, en otros casos sí que sería muy útil. Por ejemplo, en Amores perros, donde el habla es más coloquial, con sonido directo en las calles, ruido de fondo… ahí sí que vendrían bien. Claro que uno entiende quizá el 90%, pero qué tiene de malo querer entender también el 10% restante?
O sea, que a veces puede ser útil y a veces no. Esta para mí sería una conclusión razonable. Pero lo que me ha sorprendido no es tanto el fondo de la cuestión (si hay que subtitular o no una variante del español a otra diferente) como la virulencia y el tono emocional del debate. El propio Alfonso Cuarón abrió el fuego para decir que es algo ‘parroquial, ignorante y ofensivo para los propios españoles’. Un inciso, aunque no sea del todo relevante: ‘Parroquial’, en el sentido de ‘provinciano’ o ‘paleto’, es un calco relativamente reciente del inglés ‘parochial’, lo que suele llamarse un falso amigo. Supongo que, si se consolida su uso, la RAE lo acabará aceptando pero, si mi madre lo oyera, se preguntaría qué tienen que ver los subtítulos con la iglesia.
En los comentarios en contra de los subtítulos –que han sido abrumadoramente mayoritarios en los medios de comunicación, con muy pocos a favor- se leen cosas como que ‘impiden disfrutar de la textura y el color de otros acentos’, que ‘construyen fronteras para un idioma que no las tiene’, que ‘se imponen a todos los asistentes’. Estos argumentos me parecen extraños, incluso paradójicos. En España sigue siendo habitual el doblaje, que justamente sí hace que se pierda la textura y el color del original. Los subtítulos, en cambio, permiten apreciar esas variantes y además enterarse de lo que dicen. Construyen fronteras? Qué fronteras? Más bien las superan al facilitar la comprensión, no? Y se imponen a todos los asistentes. Bueno, claro, si voy a ver una película en inglés con subtítulos en español y resulta que sé inglés, no me hacen falta los subtítulos, pero de ahí a verlo como una imposición… basta con no leerlos, pero sin privar de esa posibilidad a los demás que quizá sí la necesiten. Eso sí que sería una imposición, creo yo.
Francisco Hidalgo es intérprete de conferencias funcionario del Parlamento Europeo.