La cabina como objetivo
Decantarse por una profesión sin caminos trazados es a menudo un quebradero de cabeza. Ser intérprete de conferencias, o al menos aspirar a ello, significa ser capaz de gestionar no sólo la incertidumbre evidente que surge dentro de la cabina sino también la de fuera.
Los estudiantes de interpretación solemos entrar a tientas en este mundo cuyos ritmos, códigos y lenguajes son paradójicamente difíciles de descifrar. Es por esto que la primera toma de contacto con las instituciones europeas se convierte en un momento inevitablemente decisivo.
Si bien nadie que se embarque en un proyecto semejante lo hace sin saber sus motivos personales, me atrevo a confirmar que el equipaje a Bruselas va siempre mucho más cargado de dudas que de certezas. Y por si fuera poco, las expectativas de poder encontrar la respuesta a todas esas cuestiones son altas por parte de un alumnado a menudo curioso y exigente.
Llegado el momento de poner el pie en las instituciones, reina la sensación de ser muy pequeño ante semejante maquinaria diplomática y de toma de decisiones. Se cruzan en los pasillos individuos con el paso firme, como si todo el mundo entrara con su papel muy bien aprendido. En las visitas preliminares a las instalaciones y salas de reuniones se repite siempre esa mirada de reojo de los estudiantes a los intérpretes.
De repente, esa cabina omnipresente en la cabeza de todos durante nuestras horas de estudio se materializa y nos abre su puerta para darnos por un tiempo limitado la posibilidad de proyectarnos en esa profesión que acariciamos con los dedos desde hace años. Los primeros segundos en una cabina confirman automáticamente tanto la importancia del papel que desempeñan los intérpretes como la dificultad de la profesión. No hay excusas para el intérprete. El intérprete será efectivo y útil o no será.
El contacto con intérpretes profesionales es sin duda lo más enriquecedor de la visita. Se afilan los oídos ante cada anécdota, cada historia, cada recomendación. El momento de interpretar en cabina muda se convierte en un ejercicio personal de resolución de las mil ecuaciones que se plantean en la cabeza: qué camino tomar para llegar hasta ahí, cuánto de ese camino está ya recorrido, cómo orientar el futuro profesional, cómo sopesar los costes profesionales y personales de optar por las instituciones, etc.
Sean cuales sean las respuestas que cada uno encuentra a esas preguntas y al margen de si las decisiones futuras nos harán entrar de nuevo en esas cabinas o no, las primeras horas de visita o de vuelo en las instituciones europeas son siempre definitorias. Queda meter las respuestas obtenidas de nuevo en la maleta, valorar las que quedaron sin respuesta, dar las gracias a los intérpretes que se tomaron su tiempo en aclararnos un poco el camino y seguir trabajando. La meta está un poquito más cerca.
Natalia Platas es intérprete de conferencias, promoción EMCI MIC La Laguna 2017/18.