Una de las necedades mayores en política lingüística es sostener que no hay que politizar la lengua. En primer lugar, porque las políticas lingüísticas referidas a las lenguas minoritarias en España (catalán, euskera y gallego) son nacionalistas. Los nacionalismos étnicos son nacionalismos lingüísticos, lo que significa que se basan en un silogismo como éste: si toda nación tiene derecho a la soberanía y la nación se caracteriza por disponer de una lengua propia, entonces debemos tener una lengua, para así llegar a ser una nación y por tanto proclamar nuestro derecho a la soberanía. Pero, en segundo lugar (y precisamente frente a esos nacionalismos), aquella afirmación es estúpida porque hará falta presentar alguna justificación política bien fundada a fin de defender los derechos lingüísticos de los ciudadanos. En definitiva, porque habría que alcanzar una justicia lingüística.