Una generación de intérpretes que contribuyó decisivamente a poner los puntales de la cabina española del SCIC está diciendo adiós a la interpretación.
Las primeras oleadas llegadas al Servicio Común de Interpretación de Conferencias de la Comisión Europea con la entrada de España en las Comunidades Europeas estamos jubilándonos. La mayoría entramos en la profesión tras haber concluido el famoso stage del SCIC que sirvió de modelo para tantos masters de interpretación que fueron organizándose en los años sucesivos en las universidades europeas. En los primeros años de la cabina española éramos un reducido grupo de jóvenes intérpretes, una veintena, en comparación con los efectivos actuales, el doble, aunque en algunos momentos se llegó a rozar la cifra mítica de sesenta funcionarios, equiparable a las grandes cabinas, la FR, EN o DE. En los últimos 10 años la reducción de la plantilla ha sido progresiva pero imparable y no parece previsible que aumenten de nuevo los efectivos hasta niveles históricos, sino más bien lo contrario. El SCIC contaba también con una amplia cantera de intérpretes freelance curtidos en las reuniones de la ONU y su rosario de organismos y agencias, la mayoría de ellos latinoamericanos, que nos aportaron su veteranía y muy a menudo terminología contrastada en español, aunque no siempre fuera la utilizada en España.
En aquellos primeros años de la cabina trabajábamos ya bajo el paraguas del acuerdo de trabajo entre la Delegación de Intérpretes y la Comisión, pero a pesar de ello no era raro que las sesiones se prolongaran durante largas y agotadoras horas en reuniones sobre los temas más diversos. Llegamos a la interpretación con bagajes universitarios variopintos; algunos eran médicos, matemáticos, juristas, biólogos, historiadores, la mayoría filólogos y también intérpretes formados en universidades prestigiosas, lo que era una gran ayuda en algunas reuniones, porque las herramientas con que contábamos en nuestro trabajo cotidiano eran muy limitadas: no disponíamos aún de ordenadores portátiles, internet, ni acceso a bases terminológicas de ningún tipo en cabina. Tuvimos que echar mano de glosarios realizados en la casa y que no tenían entradas en español; alguna vez teníamos la suerte de encontrar alguno de la ONU o de alguna organización o agencia que tenía el español como lengua de trabajo, pero eran recursos escasos. Las relaciones con la Dirección de Traducción, que sí contaba con un equipo de terminólogos, eran ocasionales. Recuerdo que a veces yo llamaba por teléfono desde el pasillo de las cabinas a una amiga de la traducción, pues ella sí podía en su despacho consultar bases de datos internas de terminología para que me resolviera la papeleta de algún término que nos traía de cabeza. Tuvimos que desarrollar nuestras propias herramientas y algunas de ellas siguen todavía en funcionamiento. Afortunadamente desde hace ya décadas la colaboración entre los grupos de terminología del SCIC y de la Traducción dentro de la Comisión es fluida y permanente. Los intérpretes tenemos a menudo la primicia del neologismo, el término flamante, casi siempre en inglés, que se generalizará posteriormente en un determinado ámbito de trabajo; acertar con la traducción idónea a bote pronto es prácticamente misión imposible, cualquier solución acuñada en cabina tendrá que pasar por el filtro de los terminólogos y tendrá que ser aceptada y utilizada con naturalidad por los hablantes. Las cosas han cambiado a lo largo de estos casi 40 años de presencia del español en las instituciones europeas: contamos ahora con una numerosa, solvente, bien formada y profesional comunidad de intérpretes permanentes y freelances de habla española, con herramientas terminológicas punteras y actualizadas, accesibles desde nuestros portátiles y tabletas, contamos con cabinas de interpretación cómodas, espaciosas, con buena visibilidad sobre las salas de trabajo, con pantallas que nos muestran oradores y proyecciones de presentaciones u otros documentos; tenemos material de última generación que garantiza el cumplimiento de la norma ISO de calidad del sonido más exigente; los equipos están muy a menudo constituidos por cabinas de 3 intérpretes capaces de cubrir las 24 lenguas oficiales; en definitiva contamos (¿o he de decir contábamos?) con condiciones ideales de trabajo.
Y entonces llegó la pandemia y todo cambió vertiginosamente. Primero por el confinamiento, que redujo prácticamente a cero la demanda de interpretación de conferencias; los participantes habituales en reuniones y conferencias de las instituciones europeas no podían ya desplazarse a los centros de conferencias y hemiciclos de las asambleas y empezó a surgir en cambio una demanda de interpretación a distancia. Y segundo porque hubo que dar respuesta a esa demanda. De marzo a junio de 2020 las Instituciones tuvieron que encontrar fórmulas para ofrecer servicios de interpretación remotos adaptados a la idiosincrasia de cada cliente. En el caso del SCIC, por ser un servicio común para varias instituciones y organismos, la situación resultó compleja. Prácticamente cada institución decidió trabajar con plataformas diferentes y con resultados muy dispares sobre todo en lo que a la calidad del sonido se refiere. Se ha escrito y se sigue escribiendo mucho sobre las repercusiones de las RSIPs (remote simultaneous interpretation platforms) en nuestro trabajo desde múltiples ángulos: salud y seguridad en el puesto de trabajo, condiciones laborales, adaptación de las técnicas de interpretación a este nuevo contexto, calidad del resultado, dificultades añadidas en el desarrollo de las reuniones remotas con interpretación, etc. La interpretación simultánea remota o la híbrida -con participantes presenciales en la misma sala donde están trabajando los intérpretes y también otros conectados a distancia- se ha consolidado en las instituciones europeas y muy previsiblemente su uso seguirá expandiéndose. Empezamos ahora apenas a constatar los efectos en la salud auditiva de los intérpretes, el estrés adicional, la tensión y conflictividad en las relaciones profesionales y laborales que han traído estas transformaciones. Hemos entrado precipitadamente en otra era de la interpretación con sus ventajas y desventajas y muchas situaciones grises. Es indispensable esclarecer estas situaciones, que las RSIPs evolucionen y ofrezcan un sonido de calidad equiparable al de los sistemas de interpretación convencionales y que los usuarios de la interpretación cumplan los requisitos mínimos (equipos, ubicación, entorno) para participar en una reunión a distancia. Tienen que pasar a la historia las anécdotas de delegados conectados desde habitaciones de hotel en slip y camisa con durmiente al lado que ponen a prueba la impasibilidad del intérprete, el taladrante ruido de la batidora haciendo el batido del desayuno en medio de una acalorada intervención e incluso el sonoro canto de los mirlos de fondo en una conexión desde el jardín.
Javier PASTOR, ex funcionario SCIC, Comisión Europea.